miércoles, 2 de septiembre de 2015

CIGARRILLOS ELECTRÓNICOS ¿EL FIN DE UNA MODA?


Francisco Camarelles Guillem
Vicepresidente del Comité Nacional 
de Prevención del Tabaquismo
España, 2014
En los últimos meses hemos visto proliferar las tiendas de cigarrillos electrónicos (e-cigs) en el centro de las ciudades y en lugares de paso. Esta apertura significativa de tiendas se ha unido a una publicidad de sus virtudes, situándose el e-cigs en el centro del debate social en nuestro país. Los e-cigs son dispositivos que liberan determinadas dosis de nicotina sin mediar combustión sino a través de un proceso de calentamiento de una resistencia eléctrica que genera vapor. Para ello se requieren propelentes y/o humectantes como el propilenglicol y la glicerina. Incluso se ha acuñado la palabra “vapear”, y los consumidores de los cigarrillos electrónicos no “fuman” sino que “vapean”, lo que les confiere cierta dosis de glamour.

En las consultas médicas los pacientes nos preguntan sobre su utilidad para dejar de fumar, y si son menos nocivos que los cigarrillos convencionales. Son muchas las preguntas que suscitan estos dispositivos y lo primero que hay que decir es que no estamos ante un producto lúdico sino ante un producto con muchas implicaciones y consideraciones de tipo sanitario que hay que tener en cuenta. Que sean menos tóxicos que los cigarrillos convencionales es obvio, pero esto no debe suponer que no hayan surgido dudas sobre la seguridad de estos dispositivos.
Hay que decir que su composición no es para nada inocua, pues la nicotina es una droga muy adictiva por vía inhalada y, además, es un veneno utilizado como un potente insecticida anti-pulgón en los invernaderos. La nicotina es tóxica para el corazón y el cerebro por su efecto indeseable en la frecuencia cardíaca y en las arterias. El propilenglicol se ha usado como aditivo alimentario, como anticongelante y en la generación de humo en espectáculos teatrales, y es un producto irritante para mucosas de ojos, garganta y bronquios que puede causar asma infantil. La glicerina se ha usado como cosmético, como laxante y forma parte de la fórmula del biodiesel, y sabemos que puede causar neumonía grasa (lipoidea) cuando se consume en los e-cigs a dosis muy altas.
También se han detectado en los e-cigs trazas de nitrosaminas y metales pesados (plomo, cromo, níquel y otros) en cantidades muy inferiores a los cigarrillos convencionales pero con efectos impredecibles a largo plazo dado que son productos carcinógenos de efecto acumulativo a lo largo de la vida. Recientemente se ha comprobado que el vapor de los e-cigs contiene partículas que se liberan al medio ambiente en una concentración de cinco a diez veces mayor que los estándares fijados por la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud. Ese nivel de partículas puede ser varias veces mayor del que se puede medir en la vía pública con tráfico incluido.
Uno de los aspectos no resueltos del cigarrillo electrónico es su posible utilidad dentro de una estrategia de reducción de daños. Al usar cigarrillos electrónicos en vez de cigarrillos con tabaco se podría evitar la inhalación de sustancias tóxicas como el alquitrán y otras. Esta visión del uso del cigarrillo electrónico para disminuir el daño cuenta con sus defensores dentro de la profesión sanitaria, pero no hay estudios concluyentes que nos digan que pueden ser un mal menor. La evidencia disponible para promocionar el tabaco sin humo como estrategia de salud pública es débil e inconsistente. Sobre la utilidad de los e-cigs para dejar de fumar, las cosas no están nada claras. Actualmente no disponemos de estudios científicos, validados y de calidad, que nos digan que los cigarrillos electrónicos son eficaces para ayudar a dejar de fumar. En los pocos estudios publicados, los autores concluyen que se necesita más investigación para establecer claramente sus beneficios generales y los daños a nivel individual y poblacional.
La postura de la Organización Mundial de la Salud es clara: “Hasta que no haya datos, certificados por un organismo regulador nacional competente, que demuestren que los cigarrillos electrónicos son productos seguros, eficaces y de calidad aceptable, se debería advertir seriamente a los consumidores que se abstengan de utilizarlos”…“No disponemos de estudios científicos que nos digan que los e-cigs son eficaces para dejar de fumar”. Además, el auge de los e-cigs pone en peligro muchos de los más apreciados avances logrados recientemente en la prevención y control del tabaquismo en nuestro país como la Ley del tabaco que entró en vigor en 2011.
Si se permite su uso en lugares públicos cerrados puede llevar a confusión sobre si se está utilizando un cigarrillo convencional o un e-cigs y afectar al cumplimiento de la Ley. Otros aspectos a considerar son que pueden impedir el cese definitivo del consumo de tabaco, o animar a los jóvenes y a los exfumadores a probar estos nuevos productos, al verse atraídos por los sabores y la falsa imagen de seguridad. Lo más grave es que el cigarrillo electrónico puede perpetuar la presencia social del hábito tabáquico en la vida de muchos españoles. La postura ante estos dispositivos debe ser la regulación y la prudencia. No es de recibo que se presenten comercialmente como un producto saludable o como un método “milagro” para dejar de fumar. Eso se llama publicidad engañosa. Sabemos que dos de cada tres usuarios lo utilizan junto a los cigarrillos convencionales no como sustitutos de ellos, en lo que se ha llamado uso “dual”.
La regulación debería prohibir su venta a menores, su publicidad y su uso en espacios públicos cerrados sin excepción. Una regulación débil como la aprobada recientemente en el Parlamento español solo servirá para aplazar los problemas y cometer los mismos errores históricos que se cometieron con el tabaco. Las verdades a medias son más nocivas que las mentiras gruesas. Las dudas, los pocos estudios y las pocas conclusiones, obligan a ser más que escépticos ante estos productos. Las últimas noticias publicadas en los medios nos dicen que muchas de las tiendas de e-cigs que se han abierto están cerrando por falta de clientes. ¿Estaremos asistiendo al fin de una moda?
Francisco Camarelles es médico de familia y vicepresidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), miembro del Grupo de Educación Sanitaria y Promoción de la Salud del Programa de Actividades Preventivas y Promoción de la Salud PAPPS de semFYC. También es editor del Blog Educacionpapps. Puede seguir a Camarelles en Twitter.  

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